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Continúa operativo deProtección Civil en El Dique

Con el fin de que la celebración de las fiestas guadalupanas se desarrolle en completo orden, el Ayuntamiento, en coordinación con el Gobierno del Estado, lleva a cabo operativos preventivos y de seguridad en el barrio de El Dique, informó el director de Protección Civil, Luis Sardiña Salgado.

Como parte de estas acciones, se brinda apoyo a peregrinaciones. Además, se han efectuado diversos recorridos de supervisión en comercios establecidos, fijos y semifijos para revisar sus instalaciones y conexiones de gas, así como mangueras y estufas.

Derivado de ello, agregó, el pasado 9 de diciembre se levantaron algunas actas administrativas y emitieron observaciones que ya fueron solventadas. También, con el apoyo de la Dirección de Alumbrado Público y la Comisión Federal de Electricidad (CFE), se coordinaron trabajos para verificar las conexiones de luz.

El funcionario agregó que en colaboración con el Centro Regulador de Emergencias Médicas (CRUM), algunos centros hospitalarios y la Secretaría de Salud, se tomaron las previsiones para tener las unidades necesarias en caso de que se suscite algún incidente.

Asimismo, se tienen garantizadas las rutas de evacuación, accesos y salidas de la iglesia de El Dique, así como las áreas para el ingreso de ambulancias y unidades motobombas, de ser necesario.

Los juegos mecánicos se instalaron en áreas donde no afecten a terceros, y con el apoyo del personal de la Jurisdicción Sanitaria V, se verificará que en todos los negocios se cumplan las medidas de higiene requeridas, incluyendo el uso de cubreboca.

Para que las fiestas guadalupanas se desarrollen de la mejor manera, además se dispuso de un operativo vial y se recomendó a los peregrinos que eviten el uso de pirotecnia, como medida preventiva.

Finalmente, dio a conocer que en estas actividades participan cerca de 300 elementos de distintas dependencias estatales y municipales, como la Secretaría de Salud, de Seguridad Pública, Tránsito, la Dirección de Asuntos Religiosos, Protección Civil Estatal y Municipal, y la Dirección de Desarrollo Económico.

Dios me ha perdonado por adelantado

Pbro. José Juan Sánchez Jácome

El resentimiento hace mucho mal, envenena el alma y nos quita la paz. El resentimiento, el odio y la venganza nos hacen girar de manera indefinida en torno a las ofensas que llegaron a lastimar nuestro corazón.

Se puede tratar de afrentas recientes e incluso de situaciones lejanas en el tiempo pero que se viven como si apenas hubieran sucedido ayer. Siguen doliendo y nos tienen desubicados porque no ha sido posible sanar ni sacar todas esas cosas del corazón.

Aunque haya otras teorías y enfoques diferentes, para nosotros los cristianos sigue siendo fundamental la exhortación de Jesucristo de abrirnos al perdón incondicional y cuando sea muy difícil, cuando lo consideremos humanamente imposible, entonces experimentarlo como un don de Dios.

Hace falta partir de nuestra propia experiencia. Nosotros también hemos fallado, hemos cometido injusticias y no siempre hemos estado a la altura del amor. Pero cuando hemos pedido perdón a Dios, cuando lo hemos buscado nunca nos ha rechazado.

Nos ha recibido, nos ha perdonado y nos ha tratado como si se tratara de premiarnos después de una importante hazaña.
Necesitamos sólo un abrazo, ser perdonados, experimentar el equilibrio interior y recomenzar la vida. Pero Dios nos deslumbra, su amor nos sorprende al quitarnos ese peso de encima y al levantar nuestro ánimo por la experiencia de sentirnos incondicionalmente amados por Él.

Si así se nos ha tratado, si jamás se nos ha negado el perdón no podemos ser incongruentes reteniendo el perdón a los demás. En muchas ocasiones es más delicado lo que Dios nos ha perdonado que lo que nosotros debemos perdonar a los demás. Pero en todo caso se trata de ser conscientes de que esa medida buena, justa y misericordiosa que se ha aplicado con nosotros es la que debemos aplicar en la vida de los demás. Si se nos ha amado y Dios nos ha sorprendido dándonos lo que ni siquiera nos imaginábamos por la gravedad de nuestras faltas, eso nos tiene que motivar para que nunca neguemos el perdón.

Junto a esto recuerdo también con gran admiración el razonamiento de Santa Teresita del Niño Jesús. Cuando pecamos, pero nos arrepentimos y regresamos a Dios, Él nos perdona. Pero la misericordia de Dios actúa incluso antes de que pequemos.

Santa Teresita se plantea una cuestión muy sugerente, analizando la figura de Santa María Magdalena a quien se le perdonan sus muchos pecados porque ha amado mucho. Y santa Teresita llega a decir, “¿si uno no peca mucho Jesús le ama menos?” El asunto resulta muy atrevido y tal cual lo plantea Santa Teresita.

Y responde así: “Reconozco que, sin Él, habría podido caer tan bajo como santa María Magdalena… Pero sé también que a mí Jesús me ha perdonado mucho más que a santa María Magdalena, pues me ha perdonado por adelantado, impidiéndome caer. ¡Cómo me gustaría saber explicar lo que pienso…! Voy a poner un ejemplo. Supongamos que el hijo de un doctor muy competente encuentra en su camino una piedra que le hace caer, y que en la caída se rompe un miembro. Su padre acude enseguida, lo levanta con amor y cura sus heridas, valiéndose para ello de todos los recursos de su ciencia; y pronto su hijo, completamente curado, le demuestra su gratitud. ¡Qué duda cabe de que a ese hijo le sobran motivos para amar a su padre!
Pero voy a hacer otra suposición. El padre, sabiendo que en el camino de su hijo hay una piedra, se apresura a ir antes que él y la retira (sin que nadie lo vea). Ciertamente que el hijo, objeto de la ternura previsora de su padre, si desconoce la desgracia de que su padre lo ha librado, no le manifestará su gratitud y le amará menos que si lo hubiese curado… Pero si llega a saber el peligro del que acaba de librarse, ¿no lo amará todavía mucho más?

Pues bien, yo soy esa hija, objeto del amor previsor de un Padre que no ha enviado a su Verbo a rescatar a los justos sino a los pecadores. Él quiere que yo le ame porque me ha perdonado no mucho sino todo, no ha esperado a que yo lo ame mucho como santa María Magdalena, sino que ha querido que yo sepa hasta qué punto Él me ha amado a mí con un amor de admirable prevención para que yo lo ame con locura”.

Esto nos hace pensar en la Virgen María. Santa Teresita nos quiere decir que lo que ha pasado a María nos pasa a nosotros, mutatis mutandis. María fue inmaculada en previsión de los méritos de Cristo y ella misma lo reconoce en el Magnificat. No he sido yo, ha sido Él quien ha hecho maravillas; yo estoy aquí porque Dios ha querido, no por mí. La Inmaculada es por la misericordia de Dios. Y Santa Teresita dice: a mí me ha hecho lo mismo, me ha perdonado antes.

Ten misericordia de mí, ¡Señor! Mira, no te escondo mis heridas

Pbro. José Juan Sánchez Jácome

La Biblia nos permite explicar el don de la fe de una manera que es accesible a todos. La Sagrada Escritura no ofrece demostraciones y explicaciones intelectuales, sino que a partir de la vida de los pueblos y las personas van saliendo los elementos y características, explicaciones vivas de las cosas de Dios.

Dentro de todos los textos que en la Biblia tienen el potencial de abrirnos maravillados al don de la fe, consideremos para nuestro propósito los elementos que van apareciendo en el evangelio de la curación de los diez leprosos (Lc 17, 11-19).

En la vida de fe se da, en primer lugar, una especie de intuición. Los leprosos intuyen que Jesús es el Salvador, que puede hacer maravillas en su vida. También nosotros, sin tener todos los conocimientos y todos los elementos a la mano, sin embargo, tenemos una intuición; es la intuición que da la fe la que nos lleva a Dios, la que nos hace sentirnos aceptados y socorridos por Dios.

Uno intuye que aquí está Dios, que tiene una respuesta a todas nuestras inquietudes, que puede sacarnos de los problemas que estamos viviendo. La intuición que experimentamos no se debe a que seamos muy inteligentes o muy capaces, sino que es una característica de la fe. Cómo vivimos, cómo experimentamos, cómo explicamos la fe, en primer lugar, a través de esa intuición como la que tienen los leprosos.

Uno intuye que la vida cobrará un sentido en la presencia de Dios, que en la presencia de Dios no hay imposibles y que eso que no hemos encontrado en tantos lugares, en la presencia de Dios será posible conseguirlo, porque esa es una de las cualidades de la fe, la intuición que uno tiene de que si estamos con Dios estamos en buenas manos, estamos en el lugar correcto, como la petición que le hacen los leprosos a Jesucristo.

La intuición es el primer elemento para explicar la dinámica de la fe, como la que nosotros -sin nuestras capacidades, sino como una cualidad de la fe- hemos desarrollado.

En segundo lugar, la fe muchas veces se expresa a través de un grito. Ojalá nuestra vida fuera tranquila y arreglada, y que la fe fuera pura cosa de oraciones y sentimientos, pero la fe no es así. La fe se expresa a veces como un grito desde lo más hondo del corazón. Los problemas de la vida y hasta la desesperación nos hace gritar a Dios; cuando incluso hemos querido hacer bien las cosas, la fe es muchas veces gritarle a Dios. No es una súplica tranquila, no es una petición reposada, sino un grito desesperado que sale del alma, como el grito de los diez leprosos: “¡Jesús, maestro, ten compasión de nosotros!”

Hay una súplica a través de un grito para que uno quede seguro que Dios no solo escucha, sino que se da cuenta de la angustia que hay en el corazón. ¿Por qué gritamos? No porque Dios sea sordo, sino para que además de escuchar la súplica concreta se dé cuenta de la angustia que hay en el corazón. Así se siente en la oración de San Agustín: «Ten misericordia de mí, ¡Señor! Mira, no te escondo mis heridas. Tú eres el médico, yo soy el enfermo; tú eres misericordioso, yo miserable» (Confesiones, X, 39).

En tercer lugar, la fe es obediencia. En la fe basta la palabra del Señor, basta lo que Él pida. Los leprosos piden ser curados y Jesús les dice: “Vayan a presentarse a los sacerdotes”, y ellos obedecieron. Jesús no les pidió cosas raras, no les dijo que hicieran un rito y realizaran una cosa extraña en particular; no les dijo que hicieran una oración con determinadas características, sino que Jesús actúa conforme a lo que sucede en esos casos y los manda con los sacerdotes.

La fe es obediencia; cuando es sincera nuestra súplica, cuando tenemos ganas de superar los problemas, cuando por la intuición que tenemos sabemos que lo que Dios dice nunca es un desperdicio, la fe se convierte en obediencia: lo que diga Dios, aunque nos parezca ordinario e intrascendente, pero lo que diga y lo que pida Dios eso es lo único que se necesita, porque no es tanto lo que uno hace, sino la obediencia que le debemos a Dios.

Cuando estás en un proceso de vida cristiana, cuando quieres saber lo que Dios te pide, no esperes cosas raras, como de repente sucede en otros lugares: haz una oración con determinadas características, utiliza este color, envía ángeles, usa estos aceites. Como son cosas novedosas y extravagantes uno cae en la trampa.

Pero cuando la fe es obediencia, no importa cuando nos parezca una cosa burda, ordinaria e intrascendente lo que se pide, cuando no nos parezca emocionante lo que se pide, porque si viene de Dios no hay desperdicio y por eso en la fe se pone a prueba la obediencia del creyente.

Finalmente, la fe que en las primeras etapas comienza con un grito termina con un grito, porque cómo callar el amor, cómo no ser agradecido cuando Dios toca el corazón, cómo no dar las gracias cuando Dios ha respondido a tantas necesidades. Se trata de algo que no se puede guardar y callar y aunque no toda le gente sea así, por lo menos uno de los diez leprosos fue agradecido; no le cabía la emoción y el amor en su corazón y por eso regresó con Jesús para darle gracias.

La fe es un grito de alabanza, de gratitud, de reconocimiento a la gloria de Dios. A partir de estas cuatro características podemos revisar nuestro propio itinerario de fe. Cómo vivimos la fe, cómo explicamos la fe que Dios nos ha concedido, cómo vamos fortaleciendo este proceso de fe, para que viendo la experiencia de los leprosos tengamos en cuenta estos cuatro elementos: la fe es intuición, la fe es un grito desgarrador, la fe es obediencia y la fe es un grito de gratitud y reconocimiento de la gloria de Dios.

Que no nos falten estas características en nuestra vida de fe para que cuando con muchas ganas le gritamos a Dios nuestra necesidad, también con muchas ganas le gritemos nuestro cariño y gratitud cuando nos bendice de muchas maneras en la vida.

Dice Fray Nelson que: “El que más reconoce su necesidad y el que menos cree merecer el remedio es quien mejor y más pronto ve la mano de Dios y la agradece. Y lo opuesto también es verdad: quien se considera muy fuerte o quien tiene asumido que se lo merece todo no encuentra apenas de qué dar gracias”.

Hay cristianos que aman la cruz de Cristo, pero odian su propia cruz

Pbro. José Juan Sánchez Jácome

Cómo quisiéramos que al primer acercamiento con Jesús recibiéramos la luz y obtuviéramos todas las respuestas a las preguntas de la vida. Cómo quisiéramos que en la vida espiritual hubiera ese tipo de resultados automáticos que hay en la vida moderna. A veces nuestro espíritu se precipita y quiere obtener respuestas inmediatas a cosas que nos pasan, que nos pesan, que nos duelen y que causan tanta inquietud.

Sin embargo, debemos aprender a llevar un proceso en las cosas de la fe, aceptando que no se entiende de manera inmediata el misterio de Dios, sino en la medida que uno camina con Él, en la medida que somos incondicionales en el seguimiento.

Si los apóstoles son para nosotros un paradigma es porque al final llegaron a ser incondicionales en el seguimiento de Jesús, pero también son un referente para nosotros porque antes de esa entrega cometieron errores y se dieron cuenta que, aunque estaban cerca de Jesús, tenían que seguir caminando con Él para que poco a poco se desvelara todo el misterio de su persona ante sus ojos.

Por lo tanto, hay que fijarse en los apóstoles no solo por la estatura espiritual que alcanzaron, sino también por esta realidad de errores y caídas que los evangelios no ocultan. Incluso cuando Pedro responde que Jesús es el Mesías, inmediatamente después fue sacudido con palabras durísimas de parte del Señor, al no aceptar el mesianismo, la cruz y el camino de Jesús.

Al principio los apóstoles se quedaron con la parte bonita, amable y fascinante de Jesús. Lo habían visto, hasta ese momento, como un hombre sensacional, que impactaba la vida de los demás; como una persona sumamente bondadosa y caritativa a quien le dolía tanto la pobreza de las personas, que no se quedaba indiferente ante el sufrimiento de los demás. Lo habían visto como una persona exquisitamente humana, preocupada de las llagas e injusticias que provocaban tanto dolor en la vida de las personas.
Así lo habían visto y por eso les impactaba que ese Jesús tuviera la capacidad de hacer milagros, de enjugar las lágrimas de los demás, de consolar a tanta gente que sufría por las injusticias. Se quedaron con esa imagen de Jesús, pero todavía no habían visto todo.

La respuesta de Pedro le permite al Señor hablar de una parte que no habían visto de su persona y que es fundamental para que estemos en condiciones de seguirlo, aunque nos toque ver una parte que cuesta trabajo aceptar. Es fácil seguir a un Cristo alegre, que hace milagros, que resuelve la vida, que transmite el encanto de vivir. Eso está al alcance de todos. Pero seguir a un Cristo sufriente, injuriado, atacado, perseguido y que acepta la muerte como una forma de rescatarnos del poder del pecado, eso ya no es tan fácil.

Por eso, muchos se echaron para atrás cuando Cristo les dijo que ahora el camino consistía en recorrer esas experiencias dolorosas y difíciles, pero necesarias para llevar a cabo la obra de Dios. Algunos se echaron para atrás y ya no lo seguían tan convencidos y contentos; no les gustaba ese otro Cristo que daba a conocer con sus palabras.

Después de la respuesta de Pedro comienza Jesús hablar del sufrimiento, de la cruz, de renegar de uno mismo, de perseverar y permanecer firmes a pesar de las adversidades. Reconocerlo como Mesías, como nuestro Salvador, no significa adorarlo únicamente porque nos dio la salud y la capacidad de perdonar, sino aceptar este camino de sufrimiento, aceptar la cruz de cada día, esa cruz que antes que llegue a nuestra vida Jesús ya la cargó por cada uno de nosotros.

Cuando aceptamos a este Cristo alegre y sufriente, cuando seguimos a este Cristo que bendice y que nos va preparando para que se ensanche nuestro corazón a la hora de la respuesta, entonces estaremos en condiciones de comprender lo que significa que Cristo sea para nosotros el Mesías, nuestro Salvador, siempre sobre la base de este proceso que tenemos que seguir.

Si algún día en el seguimiento de Cristo van ustedes entrando en esta parte difícil, no se echen para atrás; si algún día en el seguimiento de Cristo, por ser fieles y por vivir los valores del evangelio, comienzan a tener dificultades y persecuciones confíen en la presencia de Jesús que irá mostrando poco a poco su rostro. Hay que tener paciencia, estamos en un proceso, la imagen de Jesús se irá desvelando poco a poco.

Nos toca perseverar, no claudicar, aunque haya dificultades, incomprensiones, afrentas y persecuciones, porque Jesús adelantó esas cosas, nos habló de esto, y Él señaló, por lo tanto, el camino para llegar a seguir sus pasos.

En el seguimiento de Jesucristo no solo den gracias por los milagros que les haya hecho o por las bendiciones que ha derramado en sus vidas. Hay que seguirlo de manera incondicional, sobre todo cuando nos toque cargar la cruz de cada día.

Si reconocemos, adoramos y glorificamos la cruz de Cristo, debemos, por lo tanto, reconocer, aceptar y cargar nuestra propia cruz con la que nos identificamos a Jesús. Si adoramos la cruz de Cristo, no podemos despreciar y tirar nuestra propia cruz. Como dice Dietrich Bonhoeffer.

“Hay muchos cristianos que piensan que aman la cruz de Cristo, pero que odian la cruz de su propia vida. Por lo tanto, también odian la de Cristo”.

En las parroquias de Xalapa se pedirá por las víctimas de extorsión

Itzel Molina

En este domingo en todas las parroquias de la Arquidiócesis de Xalapa se ofrecerán oraciones por las personas que están siendo extorsionadas. Esto como parte de la Jornada de Oración que inició en julio pasado con el objetivo de pedir por la paz en México.

A través del comunicado dominical, se dio a conocer que el tercer domingo de cada mes la oración se dedica a los sectores de la población que son víctimas de la violencia e inseguridad en la entidad.

El vocero de la Arquidiócesis de Xalapa, José Manuel Suazo Reyes, recordó que el pasado 23 de junio los obispos de México señalaron la lamentable realidad presente en muchas partes del territorio mexicano.

Tras el asesinato de un civil y 2 sacerdotes Jesuitas dentro del templo católico de Cerocahui, en la región de la Tarahumara en Chihuahua, los obispos manifestaron: “El crimen se ha extendido por todas partes trastocando la vida cotidiana de toda la sociedad, afectando las actividades productivas en las ciudades y en el campo, ejerciendo presión con extorsiones hacia quienes trabajan honestamente en los mercados, en las escuelas, en las pequeñas, medianas y grandes empresas; se han adueñado de las calles, de las colonias y de pueblos enteros, además de caminos, carreteras y autopistas”.

Además, hicieron un llamado a las distintas autoridades para revisar las estrategias de seguridad, puntualizando que es momento de escuchar a la ciudadanía, a las víctimas de la violencia, a los académicos e investigadores, a las denuncias de los medios de comunicación, a todas las fuerzas políticas, a la sociedad civil y a las asociaciones religiosas.

Por dichas situaciones se inició la jornada de oración por la paz y las víctimas de la violencia en el mes de julio en la cual participaron comunidades parroquiales, comunidades religiosas, grupos eclesiales y laicos organizados.

Para principios de agosto se presentó el mensaje Diálogos por la Justicia y la Reconciliación para la paz, a través de la cual los obispos hicieron otra convocatoria con el siguiente itinerario: oración, conversación y discernimiento a nivel local y nacional.

Mencionada convocatoria incluye cuatro acciones: jornadas de oración por la paz, conversatorios por la paz, diálogos justicia y seguridad la plataforma enciende una luz.
Por medio de estas acciones se busca promover la participación de diversos actores políticos y en el ramo de la economía para articular iniciativas que lleven a mejorar el sistema de justicia, las estrategias de seguridad y así poner las bases para la paz.

Deja que el Señor guíe tu barca e incluso duerma en ella, si así lo quiere

Pbro. José Juan Sánchez Jácome

Cuando no sabemos distinguir los diferentes ámbitos de la vida puede ser que vengamos al encuentro con Dios con una disposición y expectativa pragmática: con la actitud de encontrar inmediatamente una respuesta; con la actitud de exigir a Dios una manifestación clara; con la actitud de obtener resultados inmediatos, como sucede en otros ámbitos de la vida, cuando las cosas dependen de nuestras técnicas y de los propios esfuerzos.

En cambio, el ámbito de la fe nos sumerge en una dinámica diferente que requiere de todo un proceso y acompañamiento para que poco a poco se vaya mostrando, a lo largo de nuestra vida, la gloria de Dios. Requiere de todo un aprendizaje donde es muy importante la humildad que nos lleva a ser fieles y perseverantes. El creyente va entendiendo que Dios se da a conocer por pura misericordia y no como resultado de nuestros esfuerzos.

Dentro de este proceso de conocimiento y encuentro con Dios hay muchas dificultades que tenemos que enfrentar para mantenernos en esta búsqueda de Dios. Quisiera, en esta ocasión, considerar las objeciones que regularmente se ponen a la palabra de Dios y que es necesario enfrentar para no atorarnos o retroceder en este camino.

Estas objeciones podemos catalogarlas de dos maneras: objeciones más sofisticadas, de tipo intelectual, y objeciones existenciales. Ambas pueden afectar y condicionar la confianza en la palabra de Dios a través de la cual nos vamos afianzando en este camino espiritual.

Tengo presente las objeciones más sofisticadas que ponen aquellos escritores e intelectuales que se ofenden con algunos pasajes de las Sagradas Escrituras: “¿Cómo podemos considerar palabra de Dios algunos textos -espetan- donde hay mucha sangre, venganza, muerte, asesinatos y donde se presentan casos de extrema maldad? ¿Cómo considerar fuentes de moralidad algunos textos de suyo violentos donde aflora la condición humana?”

Prácticamente con esta objeción los círculos intelectuales se cierran porque se escandalizan y se ofenden de que la palabra de Dios presente este tipo de situaciones. Al más puro estilo científico, esperarían que la palabra de Dios discurriera de manera metódica y sistemática.

Otras objeciones, en cambio, son de tipo existencial. Tienen que ver más con el sufrimiento, la enfermedad, la soledad, la incertidumbre y la tristeza que muchas personas experimentan. Son objeciones que surgen, más que de razonamientos, de padecimientos que quitan la paz.

Llegamos a la Iglesia con una necesidad apremiante de Dios, con hambre de Dios, quisiéramos sentir su presencia. Y de acuerdo a esta necesidad concreta que experimentamos, se puede uno inconformar diciendo: “¿En qué me ayuda escuchar historias añejas o temas que se refieren a otras cosas, si estoy pasando por una situación de sufrimiento, de enfermedad y desesperanza? ¿Qué me aporta esto que estoy escuchando si no se refiere a mis sufrimientos?”

En casos apremiantes como éstos sentimos la necesidad de una respuesta directa e inmediata. Aunque de matriz diferente, los dos tipos de objeciones confluyen en lo mismo: poner resistencias a la acción del Espíritu de Dios por medio de su palabra.

En el fondo seguimos juzgando y calculando las cosas a partir de nuestras categorías temporales, sin dar el paso de la fe que consiste en confiar y abandonarnos a Dios, aun cuando no veamos ni entendamos nada.

Acostumbrados a vivir de otra manera, donde las cosas dependen directamente de nosotros, no entendemos o nos cuesta trabajo aceptar la dinámica y los tiempos de la fe.

Si nos inconformamos por el contenido de la palabra, si nos desesperamos porque en algún momento la palabra no ilumina de manera directa la problemática que estamos enfrentando, tenemos que considerar que esta palabra viene de Dios y nos conviene a todos, independientemente del momento anímico que estemos viviendo. Se trata de una palabra que hay que acoger para no interrumpir el proceso que Dios lleva con nosotros.

Esta palabra puede provocar resistencias cuando esperamos otra cosa, pero es una palabra que viene a confirmarnos que, aun en las situaciones más penosas y trágicas de la vida, Dios sigue actuando.

Es palabra divina porque Dios nunca abandona a la humanidad y porque en medio de esas situaciones trágicas Dios está tocando los corazones para que veamos en el desenlace de las mismas, que estas historias de perdición se convierten en historias de salvación.

También en nuestros tiempos puede haber historias de crueldad, como las que nos encontramos en la Biblia, pero la palabra nos recuerda que la gracia de Dios no descansa, sigue trabajando, y necesita de corazones que la acojan para que siempre tratemos de cambiar, en el nombre de Dios, esas historias que en este momento nos llenan de desesperanza.

Puedo venir a la Iglesia con otra necesidad, con otra expectativa, con una súplica concreta, pero esta palabra llama la atención para reconocer que, en mi entorno, en mi realidad familiar y personal no hay situaciones que impidan que la gracia de Dios llegue a manifestarse. Nadie va a parar la acción de Dios en la historia, ni la maldad de los hombres, ni la corrupción de los gobernantes, ni el poder de los tiranos.

A pesar de lo trágico y peligroso del momento presente, Dios nunca dará la espalda a su creación, ya que es creador y redentor. Dios no abandona a su suerte su obra prodigiosa, sino que la sigue acompañando para que llegue a su plenitud.

Fiarnos de la palabra, acogerla, darle espacio y dejar que penetre en nosotros hará que nos revele, más allá de nuestras resistencias, el poder que tiene para transformar y concedernos la paz.

A veces será necesario aceptar lo que Jesús mismo experimentó: hambre, sufrimiento, debilidad, tentación. Pero como el Señor, debemos tener la capacidad para habitar esa debilidad, estar dispuestos a escuchar el hambre en vez de satisfacerla, para llegar a descubrir que no solo de pan vive el hambre. Hay que escuchar esa debilidad para descubrir todo lo que se nos revela.

De esta forma, en las adversidades, no dejemos de reconocer que Dios guía la barca de nuestra vida, aunque nos parezca que se queda dormido. Como decía Santa Maravillas de Jesús: “Viva siempre llena de fe y confianza, dejando que el Señor guíe su barquilla e incluso duerma en ella si Él quiere”.

Arzobispo de Xalapa recibe el Palio de manos del Cardenal Carlos Aguiar Retes

Itzel Molina

El Cardenal Carlos Aguiar Retes, arzobispo Primado de México, impuso al arzobispo de Xalapa, Jorge Carlos Patrón Wong, el Palio que le fue entregado el pasado 29 de julio por el Papa Francisco en la Basílica de San Pedro, en Roma.

En la Catedral Metropolitana de Xalapa se llevó a cabo la celebración a la que acudieron cientos de fieles, quienes fueron testigos de este acto de fe.

El Cardenal recordó que, desde Roma, el Papa Francisco le solicitó acudir a Xalapa para imponer a uno de sus colaboradores este signo que lleva por símbolo las acciones que el buen pastor, el metropolitano, lleva sobre sus hombros al cargar con las ovejas.

“El Palio tiene un significado que con un símbolo fácilmente se puede entender, la bisagra, sabemos que para que una puerta se abra necesita estar con unas bisagras que le permitan con la madera y la puerta se pueda abrir y cerrar, esta bisagra es el Palio que tiene esta virtud, la de estar en comunión con el Santo Padre, es la que entrega a cada obispo para hacerse presente”, expuso.

Refirió que el Arzobispo que recibe este símbolo hace presente al Santo Padre para la comunión, para estar unidos, para estar una iglesia particular en comunión con una iglesia universal.

Recordó que son ocho diócesis las que forman la provincia eclesiástica de Veracruz, “la relación del Arzobispo con los obispos es la que realiza en nombre del Santo Padre para promover, cuidar y desarrollar la comunión entre las iglesias particulares, esta misión le da, conforme al derecho, algunas indicaciones prácticas de cómo ejercer esta comunión episcopal para que las iglesias se sientan unidas”.

El Cardenal dirigió unas palabras al Arzobispo, a quien, dijo, considerar su amigo, ya que compartieron varias actividades religiosas, entre ellas, la enseñanza hacia los nuevos sacerdotes.

“No conocimos desde que éramos rectores de seminarios de Mérida, en Yucatán, y un servidor en Tepic, Nayarit, trabajamos juntos en muchos campos para la formación sacerdotal. Hoy te vengo a entregar este Palio del Santo Padre para que llene tu espíritu de esa jovialidad en tu ministerio como lo has demostrado sirviéndole en Roma por varios años, el Señor te pide ahora estar entre tus hermanos de Veracruz, que sea muy fecunda tu labor como arzobispo de Xalapa”, expresó.

Previo al entregar el Palio, el Cardenal emitió lo siguiente: Para gloria de Dios omnipotente, para alabanza de la Virgen María y los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo, en nombre del Romano Pontífice el Papa Francisco y de la Santa Iglesia Romana, en señal de la potestad arzobispal te entregamos el Palio tomado del sepulcro del bienaventurado Pedro para que los lleves dentro de los confines de tu provincia eclesiástica, sea para ti símbolo de unidad y señal de comunión con la sede apostólica, sea vínculo de caridad y aliciente de fortaleza para que el día de la venida y revelación del gran Dios y cabeza de los pastores Jesucristo poseas con las ovejas a ti confiadas el vestido de la inmortalidad y la gloria.

El palio es una faja circular, sobre la cual penden dos tiras rectangulares que se colocan sobre el pecho y pueden usar los arzobispos metropolitanos al celebrar la santa misa.
Esta pieza se elabora con lana, pues simboliza a la oveja que el buen pastor, el metropolitano, lleva sobre sus hombros al cargar con los feligreses.

Se elabora a partir de la lana que se obtiene de los corderos que le presentan cada año al Papa para su bendición en la fiesta de santa Inés, realizada el 21 de enero.

Posteriormente son confeccionados con esa lana por las monjas benedictinas de Santa Cecilia, las que bordan seis cruces negras, para simbolizar las seis heridas del Cordero de Dios, Jesucristo. En tres de estas cruces se colocan clavos metálicos, en recuerdo de los clavos del Crucificado.

Una vez elaborados, los palios se colocan en el sepulcro del apóstol Pedro, de forma que se vuelven reliquias de tercer grado.

Fue el pasado 29 de junio que el Papa hizo la bendición de los palios y los entregó personalmente a los 44 Arzobispos metropolitanos recién nombrados, entre ellos al arzobispo de Xalapa, a Monseñor Jorge Carlos Patrón Wong. Este acto fue realizado en la nave central de la Basílica de San Pedro, en Roma.

Este viernes habrá rosario por la paz en la Catedral de Xalapa

Itzel Molina

En el marco de las actividades organizadas por la Iglesia católica para para pedir por la paz y cese a la violencia en Veracruz y el país, este viernes en la Catedral Metropolitana de Xalapa se llevará a cabo el Rosario por la Paz.

En una invitación conjunta por los párrocos de la Catedral Metropolitana de Xalapa y la iglesia de San José, se invita a la población a esta actividad que iniciará a las 20:00 horas.

El rosario será para pedir a la virgen María que reine la paz en todo el territorio mexicano y veracruzano, así como en el mundo.

Los asistentes a este rosario se congregarán en las escalinatas de la Catedral y en la plaza Sebastián Lerdo.

Se pide a los asistentes llevar una veladora, una bandera blanca y de preferencia usar atuendo blanco, color que se relaciona con la paz.

El pasado 4 de julio la Conferencia del Episcopado Mexicano, la Conferencia de Superiores Mayores de Religiosos de México y la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús, dieron a conocer el mensaje «Tejer en Cristo nuevas relaciones: de la fragmentación a la unidad».

Con este mensaje se busca que los feligreses eleven oraciones y realicen actividades por la justicia y la reconciliación de la paz en el país.

Al igual que esta actividad, el próximo 29 de julio se realizará en Xalapa la Caminata por la Paz y las Víctimas de Violencia, misma que es organizada por las parroquias San Juan Evangelista, Corpus Christi, Nuestra Señora de la Asuncion, Jesucristo Buen Pastor, San Judas Tadeo, San Pedro Apóstol y María Auxiliadora, las cuales pertecenen al decanato Norte de Xalapa.

El punto de reunión para la caminata será la glorieta de la avenida Xalapa, frente a la agencia de autos y a unos metros de la Secretaría de Finanzas y Planeación (Sefiplan), en punto de las 19:00 horas.

Ahí tendrá como punto de partida y concluirá en la parroquia María Auxiliadora, ubicada en la calle Chilpancingo en la colonia Progreso Macuiltépec, donde se realizará una misa.

Se pide a los asistentes llevar una vela y una fotografía de la persona desaparecida o fallecida por la elevarán sus oraciones.

A un año de la despenalización del abortoha aumentado la violencia en Veracruz

Pbro. José Juan Sánchez Jácome

Los alarmantes niveles de violencia, pobreza y descomposición social, en México y en Veracruz se estrellan contra una generación que se funda en la autonomía y el progreso que se han alcanzado como sociedad.

Descalifican, a su vez, a una administración que contando con todo el apoyo popular se ha visto alcanzada por el autoritarismo, la ineficiencia y la corrupción -lacras del pasado reciente- que prometió erradicar. Ha pasado el tiempo suficiente de escrutinio quedando a la vista de todos cómo los problemas se han agudizado y tienen el potencial de salirse de control. No solo no están funcionando las estrategias, sino que estos hechos confirman que los vicios del pasado siguen generando inestabilidad y descomposición social.

Distintos sectores de la sociedad se han pronunciado para pedir una revisión a fondo y una rectificación respecto de las políticas de seguridad que no sólo no funcionan, sino que dejan en la total indefensión y abandonan a su suerte a los pueblos que han sido prácticamente sometidos por las asociaciones criminales. En materia de seguridad se pueden destacar las aportaciones de la sociedad civil que, de buena fe y padeciendo en carne propia la inseguridad y las amenazas de todos los días, ha venido presentando para rescatar a México, para detener la espiral de violencia y para generar un clima de paz. Sumándose a esta preocupación y a estas reflexiones la Iglesia va haciendo lo propio, con la esperanza de contribuir al restablecimiento de la paz en México.

No es una reflexión que apenas esté generando precisamente en este gobierno, ni es un tema que recientemente esté abordando, sino que se trata de una preocupación permanente de la Iglesia en México que no sólo se ha pronunciado sobre estos temas alarmantes, sino que ha generado una reflexión profunda y sistemática, como consta en los documentos que se han publicados desde hace muchos años.

Retomando la milenaria tradición de pensamiento y el patrimonio teológico de la comunidad cristiana quisiera destacar algunos puntos neurálgicos dentro de la reflexión urgente e impostergable que se viene impulsando para señalar, desde nuestra perspectiva, los aspectos que también tienen que ser considerados dentro del tratamiento integral e interdisciplinar de esta problemática.

Desde la perspectiva teológica quiero referirme a dos cosas concretas que incentivan la violencia y cuya vigencia hace imposible soñar con un país en paz. Me refiero tanto a las políticas y leyes anti vida y anti familia, como a los procedimientos políticos que pactan con el mal, cuando por medio de una votación a mano alzada resuelven -perversa o ingenuamente- que el mal se convierte en un bien.

Respecto del primer aspecto quisiera señalar que la imposición ideológica y las presiones extranjeras han descalificado, sin argumentos y contra las evidencias científicas, cualquier tipo de reflexión que señala la improcedencia y el peligro de las leyes y políticas anti vida y anti familia. Nunca será sincera, viable y eficaz la lucha contra la violencia si afectamos en su raíz a la familia, si se pasa por alto esta institución y si no se busca su consolidación dentro de este peligroso proceso de descomposición social en el que estamos entrando.

Este tipo de leyes y políticas potencian mecanismos de destrucción al permitir el asesinato de los niños en el vientre materno, al normalizar la violencia -ofreciéndola como una alternativa- y al pisotear los valores en los que se sostiene la vida, el matrimonio y la familia.

De hecho, en Veracruz, el día 20 de julio, se cumplirá un año de la despenalización del aborto. No se puede ocultar que durante todo este año han aumentado los índices de violencia en Veracruz, por lo que mientras las instituciones democráticas normalicen y presuman estos mecanismos de destrucción como logros de “civilización”, lamentablemente aumentará la violencia.

El padre Pio de Pietrelcina estaba convencido de la relación que hay entre el aborto y el aumento de la violencia, cuando decía: “Bastaría un día sin ningún aborto y Dios concedería la paz al mundo hasta el término de los días”.

El segundo factor es igualmente preocupante, ya que su vigencia perjudicará el esfuerzo sincero que se pueda hacer para restablecer la paz. No se puede pactar con el mal desconociendo los valores de la civilización, la la tradición ética de la sociedad y hasta el sentido común. No podemos hacer tratos con el mal porque el mal no tiene palabra de honor. Además de pecar de ingenuidad, estaríamos comprometiendo la posibilidad de impulsar la renovación moral de nuestro país.

Cada vez que se aprueba el aborto, la mariguana y las leyes en contra de la familia se está pactando con el mal y el mal -como los ríos que en el temporal recuperan su curso- se desbordará y no se podrá contener si hacemos arreglos ingenuos con él. Lo mismo está pasando con la imposición de programas educativos que renuncian a la ciencia para ideologizar y erotizar a los niños y a los jóvenes.

No hay condiciones para contener el mal si llegamos a pactar con él, pues la dinámica intrínseca del mal es la mentira, la violencia y la destrucción. Los pactos con el mal no tienen futuro y terminan colapsando y destruyendo a la sociedad y a las personas.

Por lo tanto, no se puede cambiar la moralidad de las cosas por decreto, por acuerdos de partido o por votación. No podemos decretar que a partir de ahora el mal es bueno, porque eso trae terribles consecuencias como se ha venido demostrando. Hacer bueno lo que intrínsecamente es malo no solo es perverso, sino que es actuar con suma ingenuidad frente al mal que no tiene palabra de honor y termina cobrándose la apertura que se le da, en nombre de la democracia.

El aborto nunca será una buena carta de presentación ni dará credibilidad a un gobierno que se presume honesto y diferente. En la lucha contra la violencia debemos considerar que:

“Hoy nadie puede mostrarse insensible ni indiferente ante la obligación imperiosa de defender al niño que está por nacer. Más allá del aspecto moral que nos prohíbe atentar contra toda vida humana, sobre todo la que es inocente e indefensa, la protección del embrión es la condición sine qua non para que la civilización salga de la barbarie y asegurar el futuro de nuestra humanidad” (Cardenal Robert Sarah).

Papa Francisco entrega Palio al arzobispo de Xalapa

Itzel Molina

En una eucaristía celebrada en la Basílica de San Pedro, este miércoles el Papa Francisco entregó el Palio al arzobispo de Xalapa, Jorge Carlos Patrón Wong, mismo que es utilizado por los arzobispos metropolitanos.

El palio es una faja circular, sobre la cual penden dos tiras rectangulares que se colocan sobre el pecho y pueden usar los arzobispos metropolitanos al celebrar la santa misa.

El palio se elabora con lana, pues simboliza a la oveja que el buen pastor, el metropolitano, lleva sobre sus hombros al cargar con las ovejas.

Se elabora a partir de la lana que se obtiene de los corderos que le presentan cada año al Papa para su bendición en la fiesta de santa Inés, realizada el 21 de enero.

Posteriormente son confeccionados con esa lana por las monjas benedictinas de Santa Cecilia, las que bordan seis cruces negras, para simbolizar las seis heridas del Cordero de Dios, Jesucristo. En tres de estas cruces se colocan clavos metálicos, en recuerdo de los clavos del Crucificado.

Una vez elaborados, los palios se colocan en el sepulcro del apostol Pedro, de forma que se vuelven reliquias de tercer grado.

El Papa hizo la bendición de los palios y los entregó personalmente a los 44 Arzobispos metropolitanos recién nombrados, entre ellos al arzobispo de Xalapa, a Monseñor Jorge Carlos Patrón Wong.

Una vez finalizada la entrega de los palios, todos salieron en procesión por la nave central de la Basílica de San Pedro.