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Día del Padre


Parlamento Veracruz.
Juan Javier Gómez Cazarín.

Dicen que hasta que tienes una hija o un hijo alcanzas la comprensión plena de tu propio padre. Es entonces cuando entiendes porque lo vives en ti mismo sus sacrificios personales, sus preocupaciones por tu bienestar, sus angustias cuando estabas –o estás- enfermo, su estrés por proveerte de lo material, sus regaños cuando alguna diablura te ponía en peligro. Incluso su amarga renuncia al tiempo que hubiera podido dedicarte pero que sus obligaciones se lo impidieron.

La aplicación universal de esa idea tiene sus asegunes, porque hay de todo en la vida, pero al menos puedo decir que en mi caso sí resultó cierto. Hoy que tengo a mi hija valoro todavía más a mi padre. No sé qué haría si ella hiciera alguna de las diabluras que me aventaba yo cuando era chamaco. A mis hermanos, vecinos y a mí no nos picó una culebra o nos descalabramos de algún árbol porque Dios es grande.

Recordar mi niñez es recordar mi relación con mi padre y su ejemplo. Su afición a las Águilas del América, su gusto por un partido de beisbol en la televisión, la inquebrantable lealtad a sus ideas y causas.

Mi hermano Bernardo y yo estuvimos ayer con mi papá y mi mamá. Mis hermanos Alejandro y Luis Alberto no pudieron estar físicamente, pero le hablaron por teléfono.

No hicimos la gran fiesta. Nos fuimos a echar unos taquitos que nos gustan mucho en Juan Díaz Covarrubias -municipio de Hueyapan de Ocampo. Creo que ahí dobleteé las calorías que gasté esa mañana, cuando corrí más de 11 kilómetros en Nanciyaga, Catemaco.

Puedo decir, dentro de la sencillez de nuestro encuentro, que fue un entrañable Día del Padre.

En algún momento, tarde o temprano, la vida y su correr nos enseña que el único y verdadero festejo, la mejor fiesta posible, la celebración inmejorable, el júbilo perfecto, el regalo que no cambiaríamos por nada es, simplemente, el enorme privilegio de estar juntos.

Y así fue ayer.

A todos los papás: mi abrazo sincero.

Diputado local. Presidente de la Junta de Coordinación Política.

Situaciones desesperadas reclaman inesperados recursos que vienen del Sagrado Corazón

Pbro. José Juan Sánchez Jácome

La cuarta y última revelación a Santa Margarita María de Alacoque sucedió durante el curso de la octava de Corpus Christi, del año 1675.

La primera revelación se había dado el 27 de diciembre de 1673, fiesta de San Juan apóstol, cuando Nuestro Señor Jesucristo hizo que Santa Margarita también reposara sobre su pecho, como el apóstol, para darle a conocer las maravillas y los secretos de su Sagrado Corazón. Delante del Santísimo sacramento acontecieron estas revelaciones a Santa Margarita, como muchos otros encuentros íntimos que el Señor ha tenido con hombres y mujeres a lo largo de la historia. Y, hoy como ayer, Jesús sigue abriendo su corazón cuando está expuesto en el Santísimo sacramento del altar. Por eso decía San Agustín que: “El corazón de Cristo es la Biblia”. Ahí no sólo conocemos a Dios, sino que somos asumidos en un misterio de amor que inunda de paz y alegría nuestra vida. Cuántas cosas quiere compartirnos el corazón de Cristo; cuánto amor quiere derramar, en la medida que lo busquemos en su presencia sacramentada.

La petición que hoy como ayer seguimos haciendo al Señor es llegar a sentirlo, poder contemplar su rostro y experimentar su amor misericordioso. No nos basta saber que Dios existe, sino que se hace apremiante ese encuentro íntimo donde el Señor se muestre y nos abra los secretos de su Sagrado Corazón.

Las revelaciones a Santa Margarita María de Alacoque y la consiguiente devoción al Sagrado Corazón de Jesús, que se ha venido propagando en nuestra Iglesia, es la respuesta a ese anhelo y profunda necesidad que tenemos de experimentar el amor de Dios. En el Sagrado Corazón de Jesús encontramos a ese Dios amoroso con su pueblo; a ese Dios que perdona las culpas de su pueblo; a ese Dios compasivo y misericordioso; a ese Dios que es capaz de cualquier cosa por recuperar a los extraviados; a ese Dios que incluso ofrece su misma vida para la salvación de todos; a ese Dios que nos sorprende cada vez más por la forma tan paciente y apasionada como nos sigue esperando para permitirnos entrar nada menos que en su Sagrado Corazón.

Además de ser una devoción, el Sagrado Corazón de Jesús es un misterio de amor que reconocieron los cristianos desde los inicios mismos de la Iglesia; misterio de amor delante del cual se siente el impulso de corresponder con nuestra vida. Desde el nacimiento de la Iglesia el corazón de Cristo es una fuente de revelación del amor de Dios. Los evangelios sinópticos señalan que en el momento de la muerte de Jesús el velo del templo se rasgó, es decir lo oculto de Dios, lo que era invisible para el hombre, se ha rasgado mostrando su gloria.

En cambio, San Juan cuenta que un soldado con la lanza traspasó el costado de Cristo. De esta forma, Dios ha corrido el velo y se ha dejado ver, se ha dejado contemplar en su misterio de amor a través del corazón abierto de Nuestro Salvador.

Ya no hay secretos entre Dios y nosotros. Por eso, Jesús había dicho a sus apóstoles en la última cena: “A ustedes les llamo amigos porque les he dado a conocer lo que le he oído a mi Padre” (Jn 15, 15). En el Antiguo Testamento Dios se fue revelando de manera paulatina, pero en Jesucristo se ha dado a conocer corriendo el velo y dejando ver su Sagrado Corazón. Los únicos secretos que guarda el corazón de Cristo están por revelarse a quienes se acercan a él.

El Señor Jesús mostró su corazón a Santa Margarita un siglo antes de la revolución francesa (1789). Y dos siglos después, Ernest Hello, en 1875, reflexiona sobre la vitalidad y centralidad de esta revelación que ha llegado generar esperanza a un mundo cansado y confrontado.

“«Cuando la ciudad se haya enfriado en el mundo envejecido -dijo san Juan a santa Gertrudis- yo le revelaré los secretos del Sagrado Corazón». El mundo ha envejecido; el caso ha llegado”.

Para no sucumbir ante la realidad de sufrimiento y muerte que vivimos, la reflexión de Hello llena de esperanza y tiene la capacidad de llevarnos a la contemplación de este misterio:

“Dios posee recursos que sólo aparecen cuando todos los demás han concluido. La Omnipotencia juega con las imposibilidades, y este juego es su victoria. Por esto bajo la planta temblorosa de la vieja humanidad se abren manantiales de vida, que no descubrió la mano del hombre, sino la de Dios: no los abrió el progreso, sino la misericordia divina, omnipotente e invencible”.

Ernest Hello se refiere directamente al Corazón de Jesús y a la Inmaculada Concepción: “La Concepción Inmaculada y el Sagrado Corazón son manantiales que nada deben a la industria humana y de los que la humana naturaleza puede recibir mucho. Las situaciones desesperadas reclaman inesperados recursos; y como los secretos de María y los de Jesús son inagotables, la Concepción Inmaculada y el Sagrado Corazón no son dones cuya eficacia termine en el acto, sino manantiales abiertos que hay que ahondar, ahondar siempre, y que dan tanto más cuanto más han dado ya. En otros órdenes de cosas, cuando más se toma, menos queda por tomar; en éste, al contrario: los manantiales se enriquecen en proporción a los dones que prodigan, y cuanto más dan, más tienen para dar; cuanto más se les profundiza, más fecundos son y su abundancia crece bajo el deseo que los penetra”.

Cuando todo parece acabado Dios es capaz de hacer lo imposible y derramar sobre ésta agotada humanidad nuevos torrentes de vida que nosotros, con nuestras solas fuerzas, éramos incapaces de descubrir. El Sagrado Corazón y la Inmaculada Concepción son el gran don de Dios que remedia nuestros males y que, lejos de agotarse, crece cuanto más recurrimos a él.

Dios ha corrido el velo y podemos refugiarnos en su Sagrado Corazón y en la Inmaculada Concepción.

TRINCHERAS DE IDEAS

De cara al horizonte

Cynthia Sánchez

Un síntoma de estos tiempos parece ser la indiferencia. Indiferencia ante la violencia, la barbarie, ante la pérdida de aquello que nos hace humanos: solidaridad, amor, respeto…

El mundo vive a un ritmo acelerado dictado por el sistema que produce, usa y desecha; obligados sin saberlo, somos engranaje y motor, producto y consumo. “Hoy el mundo sólo pertenece a los estúpidos, a los insensibles y a los agitados. El derecho a vivir y triunfar se conquista hoy con los mismos procedimientos con que se conquista el internamiento en un manicomio: la incapacidad de pensar, la amoralidad y la hiperexcitación”, escribió no sin razón Fernando Pessoa en el Libro del desasosiego.

Ante ello, cada vez se hace más evidente la necesidad de un cambio de raíz, una sacudida de consciencia antes de que ya no haya mundo habitable. Otro mundo es posible, se murmura en las redes que comienzan a tejerse entre personas que apuestan por la vida y la humanidad.

El cineasta Fernando Birri, al término de una charla con Eduardo Galeano en Cartagena de Indias, indicó: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos y ella se aleja dos pasos, si camino 20, se aleja 20; así que yo sé que jamás la voy a alcanzar. ¿Entonces para qué sirve la utopía?, Para eso, sirve para caminar”.

¿Cómo pasar de la intención, del puro deseo, a la acción? Caminando. Haciendo. El cambio está en el movimiento, en el hacer. Hay que apostarle al estudio, a la reflexión de las contradicciones actuales para entender cómo funciona el sistema y hacia dónde construir; pero también es necesario ir haciendo camino, sembrar la duda y animarnos a aplicar nuevas formas de relacionarnos en nuestro núcleo de interacción diaria casa, trabajo, comunidad, formas de intercambio de saberes o bienes donde prive la solidaridad y el diálogo, no la explotación ni el autoritarismo.

“Nuestra tarea es probar que puede haber una humanidad y un mundo habitable más allá del capital”, escribió Daniel Bensaïd, y abunda en que no podemos limitarnos a la crítica contemplativa del “todo está mal”, sino cuestionar para proponer y accionar.

Si rechazamos la idea de que la humanidad y el mundo son mercancías, debemos plantear que sí son entonces, qué queremos que sean.
Dice Bensaïd en su libro Cambiar al mundo que “La creciente socialización del saber y la incorporación masiva del trabajo intelectual a la producción exigen la metamorfosis del trabajo y una revolución radical de la dimensión social que permita evaluar de otra forma las riquezas, organizar de otro modo los intercambios, y determinar y satisfacer las necesidades de otra manera”.

La construcción de un mundo nuevo es urgente: apoyemos a los pequeños productores, los mercados de artesanos, los centros artísticos alternativos, fomentemos la duda y el cuestionamiento, participemos en esfuerzos de colectivos o, ¿por qué no?, iniciemos uno que dé respuesta a problemáticas diarias de nuestro entorno, impulsemos las relaciones horizontales en vez de perpetuar los liderazgos, revisemos nuestro actuar con quienes convivimos día con día, que nuestro discurso sume al respeto y reconocimiento de otras formas de ser. Todo suma. A caminar al horizonte. Rebelarse también es estudiar y proponer.

Parlamento Veracruz

Juan Javier Gómez Cazarín

Todos los lunes, cuando escribía la columna, a veces tarde, a veces con prisa, se la mandaba a Rafa Fernández Azcoitia para que le echara una revisada –por lo general con el tiempo encima- y que me hiciera favor de distribuirla entre amigos que generosamente la publican.

Hoy no. Rafa murió el sábado. Murió como muere la gente joven que está en la plenitud de su vida productiva, de su energía vital y creatividad. Murió con proyectos profesionales y familiares en etapa temprana de desarrollo, con hijos todavía pequeños. Murió de repente. La suya fue una muerte insólita, increíble para los que lo conocíamos.

Apenas 48 horas antes, el jueves, estuvimos en la Sesión Solemne en Coatzacoalcos. Ahí nos despedimos con la certeza, fallida, de que nos volveríamos a ver en Toluca, Estado de México. Para mí y los demás compañeros ese día y los siguientes han sido muy tristes.

Repaso en las redes sociales las reacciones que generó su partida. El Facebook, los estados de Whatsapp. Diputadas, diputados, alcaldes, compañeros de su trabajo actual y de los trabajos que tuvo en los últimos años, sus compañeros del futbol americano, amigas y amigos de toda la vida, pero también otras y otros que tenían relativamente poco de conocerlo. No percibo en dichos testimonios las condolencias políticas que se expresan por compromiso. En el caso de Rafa leo entrelíneas a gente legítimamente consternada, verdaderamente dolida.

Es una verdad sabida que cómo te recuerda la gente es un indicador de la vida que viviste. El dolor o la indiferencia que causa tu partida es directamente proporcional a lo bueno o malo que hayas sembrado entre las personas con cuyo camino se cruzó el tuyo.

Me queda claro que Rafa sembró respeto, gratitud, fraternidad y cariño en muchísima gente; y que la aflicción expresada por su prematura marcha es muestra de una vida vivida como se debe.

Los que viajamos seguido en carretera, los que hemos estado en el hospital con Covid, los que hemos tenido que despedir a amigas y amigos como Rafa –me vienen a la mente Vicky Rasgado y Moisés Castro, entre otros-, sabemos algo: la vida es muy frágil, es un regalo diario, es un enorme privilegio.

Se los recalco cada vez que puedo en el Facebook: debemos procurar vivir con pasión, haciendo lo que nos haga más felices y, en la medida de nuestras posibilidades, tratando honestamente de ayudar a los demás. Rafa lo hizo.

El domingo nos tocó acudir a una exitosa gira por el Estado de México. Extrañamos a Rafa desde el día uno. Que la tierra le sea leve.

Diputado local. Presidente de la Junta de Coordinación Política.